En mi patio
- Elipsis Diseño y Maquetación
- 15 abr
- 2 Min. de lectura
A s i e l C a í n
Poesía

En mi patio habitan las pulgas
de los sabuesos que rondan mi colonia:
desechadas,
marginadas,
esclavizadas
por la rutina del hacer y cobrar
los lujos de primera necesidad.
En mi colonia abunda el olor a café
y la inconformidad de los que lo beben
para calentarse del frío que provoca la miseria
de este pueblo
en donde nada pasa:
los postes,
las calles,
los árboles,
todo sigue roto,
todo sigue sin terminar
desde que probé mi primera huaya
y la cultura se pierde porque nunca
ha habido una historia.
Esta tarde de octubre
las vestimentas de la península
salen a las calles para bailar a un cerdo
mientras estrujan el pavimento
con sus sandalias de salitre
para besarle los pies a cualquier virgen
que pasee por las calles.
En mi patio
se queman los troncos en el fuego
de hambruna colectiva
que calienta la cazuela
de un barro que no es de aquí,
pero que ha visto nacer
a mi madre, a mi abuela, a la madre de mi abuela
y a la madre de ella;
todas colgadas en marcos de madera consumidos
por el polvo y las termitas
que trae consigo el habitar el monte.
Mi abuela talla el pavimento
de mi calle con baches llenos de basura
que desemboca en la costa
donde mi padre descarga
el dinero que trae en las redes en las lanchas
de fibra que flota y pica la piel
de mi familia.
¡A la madre!
Quema el pescado
con piel absorbida en brasas,
el agua de las aves y el fuego de los pescadores
me forman en un pedrusco sentimental.
Me escondo entre la roca de la costa
como todos los hombres de mi pueblo:
no queremos que descubran
que también tenemos sentimientos.
Cubre mi piel
el salitre con la radiación
que trajo la empresa que se ve beneficiada
de surtir el derecho a ver en la oscuridad
de los habitantes de todo Campeche.
Cubre mi piel
tu carne por fuego de leña mojada
del patio lleno de tierra roja
en donde está sembrado el árbol de limones
que tu padre cosechó para no pagar
más de medio salario por un kilo.
Cubre mi piel,
cúbrela del dolor que causa el humo
de la termoeléctrica en los pulmones,
mi prima nació con un tumor entre su ojo
y su nariz aún con la piel de un cordero
cuando su casa quedaba cruzando la calle contraria
de los silos de petróleo sin luz.
En mi patio habitan las pulgas
que no ganan más del salario mínimo,
las desechadas y consumidas
por la rutina del hacer y comprar
la canasta más rota de las serpientes,
las que hacen círculos de redes en la entrada del pueblo
por la inconformidad de esperar más de una hora
para poder tomar un transporte con asientos rotos.
En el dorsal de la costa se encuentran los cadáveres
de mis abuelos
que lucharon por salir de esta pocilga,
pero que la marea de los servidores públicos
los ahogó en promesas
que quedaron en anclas con cadenas rotas
al fondo de mar.
En mi patio suceden muchas cosas,
almuerzos, loterías, velorios, bailes,
pero nadie las ve
porque ni siquiera saben del pueblo
que se autonombra “Lerma”.
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